La Nostalgia de Escribir a Mano

Cuando era pequeña, escribir y vivir despacio eran cosas que se me daban estupendamente. Pluma, lápiz, bolígrafo, máquina de escribir y papel. Me encantaba sentarme a inventar cuentos, historias e incluso noticias para un telediario imaginario.

De la Imaginación a los Deberes

Pero luego llegaron los deberes, y la cosa cambió. Ya no escribía solo para mí, sino para alguien que corregiría, juzgaría e interpretaría mis palabras. Cuentos, redacciones, trabajos para el colegio… qué importantes son las palabras, ¿verdad?

Recuerdo que en una ocasión, en el colegio, tuvimos que escribir una redacción sobre nuestro padre (algo que hoy en día ya no se hace, porque no se da por hecho el tipo de familia). Escribí la redacción describiendo a mi padre de una manera bastante poética, con frases como «Mi padre es grande como un oso y blandito como una nube.» La profesora me hizo leerla tres veces seguidas, me puso muy buena nota y concluyó con que quería conocer a mi padre. Se ve que lo «vendí» muy bien.

El Arte de Escribir Cartas

Esto puede sonar anticuado y lejano, pero yo, que no soy tan mayor, recuerdo escribir cartas a amigos que se habían ido a estudiar o a trabajar lejos: a la península (escribo desde Canarias), Londres o incluso Estados Unidos.

Había una rutina en esto que me encantaba: mirar el buzón, comprar sobres y sellos, esperar la respuesta. Antes, todo iba más lento. ¿Era mejor? No lo sé, no me atrevo a hacer tal afirmación, pero había algo en aquello que me resultaba tremendamente atractivo.

Elegir el papel adecuado, asegurarme de que la letra fuera clara, que las palabras fueran apropiadas… Recuerdo incluso decorar los sobres por fuera, para que, sin leer el remitente, ya supieran que eran míos. Así le alegraba el día a los carteros, que normalmente solo llevan facturas, publicidad o notificaciones. Un poco de color en la rutina gris del reparto nunca está de más.

Escribir: Terapia y Perspectiva

Escribir sigue siendo terapéutico para mí. No llevo un diario formal, pero intento escribir a mano casi todos los días. Además, tengo una libreta (ahora digital) en la que me desahogo cuando lo necesito. Leer lo que escribí tiempo atrás me ayuda a poner las cosas en perspectiva.

Ilustración generada por IA

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